domingo, 30 de noviembre de 2008

POCHO todo un carácter.

Pocho llegó al Refugio el 31 de Julio de 2003, venía de un lugar inmundo, en el que convivía, atado sin poder dar ni dos pasos, con 4 perros, un cerdo moribundo y un gallo.


Era alimentado con los restos que recogían los drogadictos de la zona de la basura de un supermercado, y que le lanzaban desde la calle, no había agua corriente ni sabemos cómo consiguió sobrevivir a un cerdo animal presuntamente más resistente que el caballo, al que se estaban comiendo vivo las ratas, pues no podía levantarse, y tuvo que ser eutanasiado, el mismo día del decomiso, al igual que el gallo.


Conseguimos llevarnos a Pocho y a los perros.


Pocho no podía moverse, para caminar tuvimos que ponerle un manojito de zanahorias delante y necesitó 4 personas, una en cada pata para subir al remolque.

Sin embargo Pocho no iba a rendirse tan fácilmente, era un superviviente, como la mayoría de los caballos que rescatamos.

Al llegar al refugio, milagrosamente bajó solo, y consiguió andar unos metros hasta llegar a su zona.

Allí mismo recortamos los cascos, en una actuación de emergencia para que por lo menos pudiera moverse

Tenía también sarna, tiña y enfisema pulmonar. Los baños para librarlo de los hongos fueron épicos, Leonor recibía mucho más producto que él. (quizás a eso se daba la resistencia a las infecciones, que tiene)

Pocho recuperó enseguida las ganas de vivir, a los pocos días se fijó en una preciosa yegua negra que pertenecía a la manada estable de la Refugio donde Bongo era el rey, un caballo PRE precioso, el único macho del grupo hasta entonces el único macho del grupo.



Un mes más tarde, ha mejorado mucho su aspecto.


Peleó con Bongo en una lucha desigual hasta que consiguió arrebatársela.
Fueron unos días en que veíamos a Pocho hecho un jovenzuelo trotando por el cercado de un lado para otro, exhibiéndose delante de su novia.
Después, por amor a ella, soportó largas sesiones de baños y salpicones en la riera, él que jamás había visto agua de cerca y odiaba la higiene, pues su chica gustaba mucho de la “natación sincronizada”


Haciendo amigos


Y ahora vive una placida vejez, vigilante a todas horas, eso sí, de las andanzas de su novia, de la que no se separa, y con la única sombra del herrador, cuya presencia tolera con dificultad, y que una vez cada tres meses le recorta los cascos.

Plácida vida en pareja.


Pocho, con unos 35 años actualmente, vivirá siempre en el refugio, que es su casa